Tú dejaste de verla ya hace tiempo. Aunque eso nunca impidió que tus pisadas dejaran rastro. A veces, te sigue. Se atreve a meterse en tu cama y te canta al oído una canción que ya no existe. Te abraza. Pero tú no sientes nada. Y su dedo baja hasta tu ombligo donde las mariposas murieron ya hace tiempo, dejando así de agitar sus alas.
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