Seguidores

domingo, 20 de enero de 2013

Nadie nos salva (roma)



El otoño termina. Y es entonces cuando aparece el invierno para envolverlo todo de frío y de mentiras.  Cuando la costumbre dicta sentencia,  la pena de muerte es inevitable. Cualquier resquicio de locura que podría conservarse, aflora ahora en risas ajenas. Era más que evidente que desde hace ya algún tiempo no volvimos a ser nuestros, pero no entraba por ninguna parte la idea de perderse. 


Parece que después de cambiar tantas veces de opinión, desgastamos todas las posibilidades de convertirnos en lo que siempre nos habíamos prometido. Y es gracioso porque cargamos al tiempo con la culpa y con la solución a todos nuestros errores. No perdona, la culpa es tuya por olvidar quien eras y mía por no reconocerte a tiempo. La solución siempre ha sido desconocida y nuestra.


Ahora, de espaldas, en alguna de tus inoportunidades aprovechas para darme la vuelta y demostrarme qué es cobardía. Se te da de vicio. Pero entonces, al tenerme de frente, me agarras con fuerza y te empeñas en clavarme y retrasar la huida. Esto se te da aún mejor.


Ninguno salió ileso y entero del campo de batalla. La guerra termina con cicatrices de por vida. Pero termina. Y poco a poco iremos perdiendo la memoria, que es lo que nos ata. Iremos perdiendo la primavera, que es lo que nos atrapa. Y seguro, volveremos a cruzar miradas en colchones; y volveremos a cruzarnos la cara entre lágrimas. 


Pero quizá algún día, en un arrebato de falso arrepentimiento, nos gritemos perdón a la cara. Y apostaría la vida a que ese día será la señal de rendirnos, irremediablemente, en la lucha diaria que nos ha acompañado toda la vida. 

Mientras tanto, lo vamos intentando.

1 comentario:

  1. Te echaba de menos. Gracias por volver, de parte de tu multitudinario club de fans aún no declarados

    ResponderEliminar