No inventes. No saques conclusiones que no se sostienen.
Ella siempre inteligente. No, no tanto. Lista, eso sí. Siempre un saludo acogido por una sonrisa. Siempre radiante, estupenda. Y, ¿por qué no? Espontánea, alocada. Vivía en un juego. Movía fichas a su antojo. Comía corazones y contaba veinte. Con un as en la manga. Con armamento nuclear...casi.
Pero quería más. Más. Todos queremos más. Ella, que no andaba... volaba. Ella, que sabía hablar, bailar, vestir. Ella guapa entre guapos. Pero no solo era una cara bonita, ¿eh? Era más. La pura envidia. La envidia personifiicada. En numerosos aspectos. Era la cara de la moneda, también la cruz. ¡Era el puto canto de la moneda!
Pero se enamoró.
Wehe, yo a ti te conozco
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