Ya sabes cómo van estas cosas. Abrir las puertas de par en par a veces cuesta. Lo primero es encontrar la zona almohada de tu pecho. Lo segundo, no saber de otra mejor. Echarnos de menos dos horas y vernos ocho. Buscar palabras entre tus sábanas y que choquen de frente conmigo. Poco a poco vas comprendiendo que no cualquiera madruga para darte los buenos días. Ni cualquiera sale corriendo detrás de ti por la calle Zamora. Entonces resulta que una tarde de sofá y pizzas si entra en tus planes del viernes.
Ahora te aferras a otro corazón y esperas tenerlo entre tus dedos durante todo el tiempo posible, hasta el último sistema solar, hasta infinito menos uno. Cuando esperas ser la primera y última carta de la baraja también esperas que ese corazón las juegue todas a una única partida.
Me regalaste un bote de sonrisas para salir siempre de casa con una puesta. Y una cosa te digo: funciona.